Cuando nos detenemos a analizar como las redes sociales forman parte de nuestras vidas en la actualidad, es difícil recordar cómo era vivir sin ellas. Disfrutamos a diario de compartir y consumir el contenido que nuestros amigos (y un montón de extraños) generan, adictos al acceso “personal” que tenemos en la vida de otros.
La industria de la moda solía ser un espacio exclusivo en donde una cantidad de “expertos” nos guiaban a ojos cerrados hacia lo que ellos querían que viéramos. Como consumidor, tenías que esperar a que los puritanos de la moda curaran con extrema cautela lo que estaba in; dictando las tendencias en las pasarelas y en las revistas, mostrándonos con furor esos artículos de lujo en modelos inaccesibles que ni en los sueños mas descabellados íbamos a poder ser.
Mucho ha cambiado desde ese entonces.
Las redes sociales y sus participantes han estallado la burbuja de élite en la que la industria solía desarrollarse para abrir espacio a mentes de todo tipo que cuentan con visión, capacidad y sobre todo, estilo propio. Los editores no han tenido otra opción que ceder su puesto de cronista principal a mujeres (y hombres) como tú y yo, que tienen tanta influencia y relevancia como sus páginas impresas por la capacidad que tienen de establecer una relación empática con el consumidor. Hoy en día, es tan importante lo que se muestra (y quién lo muestra) en las redes sociales como en la pasarela.